sábado, 19 de noviembre de 2016

El suceso del Morabito

Grabado de la Ciudad de Melilla
La historia de Melilla está llena de intentos de conquistas por parte de las tropas de los sultanes y de los pueblos próximos a ella. Pero quizás uno de los más relevantes, en el que se mezcló la política, la religión, la magia y la picaresca fue el conocido como “Suceso del Morabito” en 1564. Posteriormente Juan Ruiz de Alarcón se inspiraría en estos hechos para escribir la obra titulada “La Manganilla de Melilla”.
En 1564, los intentos de las tropas del sultán saadita Muley Abdalá y de algunas de las tribus de Guelaya, por conquistar Melilla, se estrellaban en las murallas de la ciudad. Llegó a la zona un morabito (santón), llamado Adi Mohamete Bu Balac. Estos hechiceros o santones tenían gran prestigio social que en ocasiones derivaba a conseguir un poder que excedía de lo meramente religioso. El morabito empezó a predicar y a incitar a los guelayenses, asegurando que por medio de unos ritos mágicos, conseguiría dormir a los soldados melillenses, con lo que ellos no tendrían problemas para entrar en la ciudad y conquistarla. Pero para que el encantamiento surtiera efectos, tenían que acudir sólo los que participaran en las oraciones de las mezquitas, avanzar a pie, alabando a Alá, sin armas de tiro y sin atacar a los soldados españoles, que ya estarían hechizados y dormidos. Tampoco debían pisotear los sembrados y las huertas de los cristianos para lo que debían caminar por el camino que llevaba a la puerta de Melilla, sin salirse del mismo y dando alabanzas a Dios. Apelando a la guerra santa contra los infieles de Melilla, consiguió convencer del poder de su magia a los lugareños de la zona a los que convocó para el mediodía del sábado 22 de abril de 1564, fecha y hora idónea, para apoderarse de la ciudad, según él.
Puerta de la Victoria
Gobernaba la ciudad de Melilla don Pedro Venegas de Córdoba, quien fue informado por un espía moro a sueldo de lo españoles. Conocedor de las intenciones del morabito, decidió seguir el juego, simulando el encantamiento. En el día previsto, comenzaron a reunirse en las cercanías de Melilla seguidores del morabito, enarbolando banderas y al son de las chirimías, tambores y panderos, la multitud avanzó hacia las murallas de Melilla. La idea de Pedro Venegas era dejar la puerta abierta del Campo para que pudieran entrar los seguidores del morabito y una vez dentro, encerrarlos en la Villa Vieja levantando el puente levadizo de Santiago.
Los asaltantes llegaron a la puerta abierta e intentaron coger las armas de los centinelas que simulaban estar dormidos. Estos no se dejaron desarmar y se inició una refriega, que puso en guardia a los seguidores del morabito e iniciaron la huida, aprovechando que no se pudo cerrar a tiempo la puerta de la ciudad, dejando muertos y heridos en la explanada de la Plaza de Armas. El morabito salió ileso logrando huir, y estuvo a punto de morir a manos de sus seguidores, pero su poder de persuasión debería ser tan grande que logró convencerlos de que los culpables habían sido ellos mismos, ya que al precipitarse en atacar los centinelas españoles habían roto el hechizo.
Foso de Hornabeque
Por su parte Pedro Venegas, no contento con el resultado, hizo correr el bulo que sí que habían sido embrujados y gracias a que en el último momento se rompió el embrujo, no cayeron en manos del morabito.
Así pues, el morabito fijó nuevamente una fecha, el 19 de junio, para un segundo intento de conquista y de nuevo por medio de hechizamiento y siguiendo sus instrucciones con exactitud.
Prevenido de nuevo Pedro Venegas de la preparación, fecha y hora del nuevo ataque, decidió preparar la ciudad para una nueva estrategia. Mandó instalar un rastrillo en la Torre Quemada para dejarlo caer y así poder cerrar de golpe la puerta, cerrando a todos los que estuvieran dentro de la Villa Vieja y que no pudieran escapar como en la anterior ocasión. Organizó una emboscada más elaborada para capturar a los asaltantes que intentasen huir.
Por la mañana del día señalado, los seguidores del morabito se concentraron en las inmediaciones de Melilla. En esta ocasión en número superior al del primer intento, ya que vinieron gentes de la zona del Rif e incluso de otras más alejadas. Uno de los jefes de una cabila de la región, intentó impedir que la muchedumbre cayeran en una nueva trampa, pero el clamor de los asaltantes enmudecieron sus palabras y se precipitaron en tropel por la primera puerta que a propósito había quedad abierta. Llegaron la explanada de la Plaza de Armas y alcanzaron el foso de Santiago, donde se detienen porque el puente se encontraba cerrado. Advertidos del peligro, intentaron volver hacia atrás, pero no pudieron porque el rastrillo colocado en la Torre Quemada se cierra súbitamente, dejando encerrados a todos los que accedieron a la ciudad. La artillería, que disponía de 23 cañones, inicia el fuego y las tropas emboscadas cargan sobre los que aún se encuentran fuera de la ciudad, que totalmente sorprendidos, huyen desbandados.
Los encerrados dentro de la plaza intentaron abrirse paso combatiendo, pero fue inútil, ya que el fuego de los cañones y de los arcabuceros diezmaron sus filas, causándoles numerosas bajas.
Cristo de la Vera Cruz en Melilla
Pedro Venegas, según cuenta en su informe, salió a caballo a la explanada de la Villa Vieja mostrando un crucifijo de la cofradía de la Vera Cruz que había en Melilla y volvió a conminarlos a la rendición, que finalmente aceptaron al verse perdidos.

Del morabito nunca más se supo. Los prisioneros, por el interés del comercio de seres humanos, una de las actividades más lucrativas del Mediterráneo en esos años, tanto por moros como por cristianos, fueron rescatados por sus familiares. Estos rescates se hacían con dinero o en especies como cabezas de ganado. Los que no pudieron ser rescatados, acabaron encadenados al remo en las galeras de la escuadra de Fadrique de Carvajal, que recaló en Melilla tras la conquista del Peñón de Vélez.

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